lunes, 15 de octubre de 2007

La guerra de los perturbs

Mi Santo y yo estábamos desolados, a un tris de matricularnos on-line en algún curso de psicología virtual ya que tenemos la sensación de que los perturbs están esquinándonos, de que lo que decimos o hacemos pasa desapercibido o simplemente no cuenta. Ellos hacen exactamente lo contrario de lo que se les manda y eso les impide conseguir resultados que a primera vista parecen sencillos, como subirse el pantalón hasta el sitio correcto, para que no se vea el calzoncillo o se pisen las perneras; cortarse el pelo o, al menos, peinarlo hacia atrás o; vestir camisetas de su talla y no las de su hermano menor…

“¡El orden empieza por el propio aspecto, cago’nlaindialaguinea!!” –Les repetía mi Santo a un paso de la apoplejía por ira…. hasta que el general Sun Tzu, orgullo del Imperio del Sol, entró en nuestras vidas. Fue leer su colección de ensayos sobre el arte de la guerra (es el tratado más antiguo que se conoce sobre el tema) y hacerse la luz. Si había inspirado a Napoleón, a Maquiavelo o a Mao Tse Tung entre otros muchos……. ¿¿qué no haría con nosotros?? -Los libros sobre adolescencia que teníamos se quedaron en panfletos melífluos e ineficaces frente a los tratados del chino del Siglo V a.C., porque a los consejos de práctica militar Sun Tzu añadía la estrategia suprema de aplicar sabiamente el conocimiento de la naturaleza humana en momentos de confrontación. Y mi Santo y yo estábamos en guerra. Y debíamos vencer sin combatir, someter al enemigo o sea, a los perturbs, sin luchar, máxima principal de nuestro general y gurú. Y para ello deberíamos aplicar su segunda y no menos importante máxima resumida en esta frase: Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño.

La primera escaramuza fue presentarnos en la reunión de padres e hijos del colegio vestidos como Pete Doherty y Britney Spears. Nos escalfamos en las butacas del salón de actos y pasamos el rato mandándonos mensajes por el movil y tarareando canciones con los auriculares del mp3 bien colocados en las orejas. Mi Santo, al que los años han dotado con la serena belleza otoñal que dan los kilos de más, recorrió todo el pasillo central con los vaqueros a la altura de las rodillas...

Llevamos todo el fin de semana saliendo hasta las tantas. Ponemos Led Zeppelin a todo volumen y no hemos salido de la cama hasta las cinco de la tarde. No paramos de cambiarnos hasta conseguir tener todos los zapatos y la ropa en montañas, por el suelo. Y, por supuesto, no he pisado la cocina ni me he ocupado de la compra.

Han empezado a vestirse bien para llevar la contraria y el orden reina en el resto de la casa. Creo que hemos ganado la primera batalla ¡Gracias Sun Tzu!

(Publicado en el Magazine de El MUNDO)

2 comentarios:

eduardo dijo...

Está todo escrito con mucha ternura. Yo me he perdido esa parte con mis hijos. Es mas, dadas las circunstancias, decidi ir yo de adolescente. Y aqui estoy, aun vivo... paseando en bici por la orilla del mar, lejos de la peninsula y leyendo a veces el blog de alguna chica atribulada. Un abrazo desde Chilandia

aldara san lorenzo dijo...

Recibido tu abrazo con una más que cierta envidia por ese paseo que me cuentas.... ¡¡QUIERO UNA BICI!!
¡¡QUIERO UNA ORILLA DEL MAR!!

y, como has sido la primera persona en hacer un comentario en este blog... te confesaré algo: yo también, Brutus -¡digo Eduardo, ay, perdón!- yo también soy una eterna adolescente.

;-))