Porque sí. Desde luego. Hubo un origen.
Y no fue otro que un entontencimiento neuronal. O la idiotización, en el término más clínico de la palabra, que provoca el enamoramiento (Ortega y Gasset dixit, que no yo...).
Porque me enamoré, sí.
Completamente.
Hasta volverme el corazón del revés y dejar su forro hacia fuera.
Pero toda causa tiene sus consecuencias. Sí.
Y aquí estamos MiSanto y yo, en el mismo centro de ninguna parte del caos que es nuestra vida en familia. Porque las consecuencias son cuatro!! Y tres de ellas adolescentes. La Mini y los perturbs, gemelos en cuerpo y alma. Y la cuarta, "el nieto", un postulante al pavo, con sus doce años como aval.
¿Que cómo pasó? -A saber! -Debió ser que ni MiSanto ni yo supimos ver la conexión entre los ratos de alegre far l'ammore y los bombos de nueve meses subsiguientes.
Pero ésto es lo que hay.... oh, sí-sí. Y de una plácida existencia con sus corrientes devenires... hemos pasado a la República de la Hormona con todos sus apechusques.
Ahora se trata de sobrevivir. Y ganará, como dijo Cela, el que más resista.
......y que Dios nos pille confesados....
viernes, 5 de octubre de 2007
El origen
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