Nadie debería creer que soy una dulce muchachita... o una "señora bien" con las uñas lacadas... o una ejecutiva sin más armas que un cerebro negociador... no.
No.
Soy, también, una asesina.
Alguien que, posiblemente, podría llegar a matar, con furia y sin medida, por instinto.
Sí.
Recuerdo, hace ya casi veinte años, cuando el primero de nosotros fue padre, cuáles fueron sus palabras: "Me siento un león, protegeré con mi vida esta vida"... y lo extrañas que me sonaron.
Y hoy yo siento mis garras de leona y todos los músculos tensos, el lomo erizado y la mirada vigilante... porque mi vida es la sabana llena de peligros y mi mayor tesoro esos que fueron, los de ahí arriba. El mundo nuestro y de ellos es un lugar, muchas veces, atroz. Tanto como para que, al más pequeño, un viejo sátiro y pederasta, aprovechando los muros de un colegio, hiciera intento de profanación.... tanto como que, al primero de la derecha, le ofrecieran cien euros a cambio de grabarle mientras le daban una paliza.
Esos llevan ya la marca de mis dientes.... porque, se hace saber, que puedo llegar a matar.
jueves, 4 de octubre de 2007
Se hace saber
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