viernes, 5 de octubre de 2007

Sobrevivir a dos adolescentes

Si cuando la enfermera entró en mi habitación empujando aquel trailer de cunitas hubiera recordado las palabras de Yom Isma (S. XVV) parafraseando a aquel señor de Murcia en su sentencia “quien nace tonto y feo tiene grandes posibilidades de que ambos dos se le acrecienten con el tiempo”…. No me encontraría quince años después sopesando si ingresar en una secta con razón social muy lejana, si pedir presupuesto para un kit de seguimiento y vigilancia 24 horas o, financiar una tirada de camisetas “S.O.S. vivo con adolescentes” que sería éxito de ventas entre padres atribulados.

Mis gemelos han crecido. Sus fechorías han pasado de rellenar el sumidero del bidet con los cepillos de dientes del resto de la familia a estrellarse con la moto en cualquier calle, saltarse la hora de llegada los fines de semana, traficar con los DVDs y videos de la casa o…… hacer un reparto nocturno y alevoso - “más justo” en todo caso- de los recursos de mi cartera.

Aquellos niños bienolientes y peinados a raya, arrastran pantalones enseñando sus vergüenzas cubiertas de calzoncillos de marca, viven pegados a un móvil y al mp3, tunean los uniformes del colegio y transitan entre el botellón, el sexo y las pastillas cada tarde del viernes y del sábado.

Y yo, con una lista de libros de autoayuda en una mano; psicopedagogos especialistas en adolescentes en la otra y la de terapeutas de familia entre los dientes …observo mientras escribo a mi “proyecto de camello”, revolcarse en el suelo con la perra, jugando a lanzarle la pelota; y sólo quiero encontrar al psicólogo que me dé licencia -asegurándome que no daño autoestimas, no castro “yos emergentes”, no traumo su personalidad y no cerceno libertades- para darle una bofetada terapéutica, políticamente correcta y sin salirme del sistema.

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