martes, 27 de noviembre de 2007

Y en la cocina... un perturb



Cocinar es una actividad artística, que mezcla plasticismo, creatividad y talento con placer para los cinco sentidos. La vista: ¡Oh, el brillo de unos pimientos rojos o el insultante verde de una lechuga explotona!; el oído: ¿Qué da tanta seguridad en la raza humana como el "chop, chop" de algo cociendo?; el tacto: en la sensación de ataraxia cálida que produce una masa enharinada que nos mancha hasta el codo; el olfato: que te traslada en olores de canela o limón, de guisos ajerezados o perejil a cualquier tiempo feliz; y el gusto: sanedrín máximo, dictador exigente y vehículo indiscutible del arte culinario.


Cocinar es como vivir, se aprende quemándose, experimentando y arriesgando. Y como en la vida, uno es el único responsable del resultado final. Por eso y ante el horror de extraños mi Santo y yo hemos potenciado que, desde muy niños, nuestros cuatro perturbs, dominaran el fuego en su versión moderna de cerillas, horno, gas y cazuelas. -Pienso, mientras escribo, que también dominan la "rueda" versus motos de pequeña cilindrada; manejan el cultivo y las estaciones (buena prueba tenemos en la maría de casi dos metros.... que les aborté, en la esquina más oculta del jardín...) y han domesticado a los animales (no hay más que ver como nuestra pequeña bestia canina, se empeña en tirarse por el tobogán). Con estas cuatro disciplinas, podría decirse, queeeeeeee... han llegado a la Era Moderna en menos de quince años y sin glaciaciones por medio. Sá.



En fin... que me pongo difusa y no voy a donde quería ir, as always.

Ahora que, con mi metro setenta y seis, soy la más baja de mi domicilio legal y que mi figura materna se ha visto jibarizada por obra de sus terremotos hormonales, cuando les veo atarse el delantal para hacerse raciones individuales de a litro de gelatina de fresa... no puedo dejar de mirarles con suspicacia y recordar una de las recetas de la cocina canibal de Roland Topor, aquel mago del terror, el humor y la simultaneidad que dispersó su genio en la pintura, escritura y el cine, fundando ¡oh, tempo; oh, mores! con Arrabal y Jodorowsky, Sternberg y Oliva el inolvidable "Movimiento Pánico".


Mamá a las rosas blancas.


Bese a mamá en las dos mejillas y luego córtela en dos; échela en agua hirviendo; quítele la cabeza que sonríe bondadosamente – podría estropearle el apetito -, la columna vertebral y todos los huesos que pueda. Prepare las patatas cocidas y cortadas en rodajas que pondrá en una ensaladera. Mézclelas con pequeños cachitos de su mamá, y alíñelo todo con aceite de oliva en el momento de servir. No se olvide de poner unas rosas blancas debajo del plato: protegerán el mantel y además, a su mamá le gustaban tanto…

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