domingo, 6 de enero de 2008

Los gritos...

Los gritos, al entrar en el jardín común de mi casa, se oían desde la cancela… No tuve que esforzarme mucho para reconocer la voz vibrante, furibunda, plena de picos agudos, de caídas verticales, de coloratura y gama de registros. Como si de un aria de Wagner se tratara, la particular soprano, bajo uno de los tilos y al son de su leit-motiv maternal, ante la mirada expectante de los vecinos que se asomaban a las ventanas… desgranaba, a voces, su “partitura” de recriminaciones a su hija adolescente:

-… vaga… egoísta… perezosa… sinvergüenza… ¡no me merezco esto!... con todo lo que he hecho por ti… me estás matando… no puedo más… me quitas la vida… no me ayudas nada… solo das problemas… desagradecida… -

La mirada de Manolo, el conserje, atrincherado en la portería, ante mi pregunta silenciosa, fue suficientemente explicativa: Fernanda había, finalmente, estallado. La física dice que si eres un adulto de talla media contendrás en tu modesta estructura un mínimo de 7x10^18 julios de energía potencial… lo suficiente para estallar con la fuerza de 30 bombas de hidrógeno.
Al abrir la puerta de casa y desde el hall, vi a mis perturbs observando el drama del jardín a través de la ventana. Obvié un “separaos del cristal, puede estallar” y les miré fijo. “Se lleva mal con su madre” –dijo uno de ellos ante a mi no-pregunta.

Adriana, la hija de la bombahumana de uranio, o sea de Fernanda, mi vecina, era amiga de mis perturbs desde que empezaron a arrastrar correpasillos por el jardín. Juntos jugaron a la botella por primera vez y juntos –me temo- estaban experimentando cosas propias de su perturbedad.
Hacía menos de tres días había sonado el teléfono, a media mañana. Era Fernanda quien tras un somero saludo me incrustó un “¿sabes que tu perturb fuma?” -Y se quedó desolada al escuchar que sí, que ya lo sabía. ¿Y qué vas a hacer? -Nada, ya se le pasará, está perfectamente informado de lo nocivo que es. Es mayorcito para tomar sus decisiones. Sabe que mi Santo y yo estamos en desacuerdo y que no financiaremos su adicción.


Traté de explicarle la teoría de los psicólogos Bayard cuando decían: “Concéntrese para conservar la confianza en Ud. mismo y recuerde que lo que pretende conseguir es su propia felicidad y un hijo adolescente responsable, capaz de tomar sus propias decisiones”. Gruñó y me colgó –claro- al decirle que el truco estaba en disfrutar de esa fase de la vida de su hija.

Dejaré el libro de los Bayard en su buzón –decidí mientras me quitaba el abrigo.




(Publicado en el MAGAZINE de El Mundo. 06/01/2008)



3 comentarios:

Tawaki dijo...

Los libros vienen bien, pero el sentido común es aún más útil.

Un abrazo.

Suntzu dijo...

¡Uffff! Creo que no todo el mundo tiene el mismo aplomo y la misma seguridad. Debe de ser realmente difícil disfrutar de según qué adolescencias.

Alejandrina Cara de Gallina dijo...

Excelente, yo pienso que tomar las cosas con naturalidad es lo mas sano, y asi se le quitan las ganas a los chicos, ya no tiene chiste para ellos.
Apoyo a tawaki, acabo de mandar a mi madre un articulo largisimo sobre la ley aprobada en España que permite a los padres corregir a los hijos por medio de una cachetada... le encanto y me pidio que le enviara mas... la pobre a sus 48 y lidiando con una criatura de 6... se desespera y le da donde le cae
Saludos